En el centro de conferencias de la capital catarí donde tiene lugar la XVIII Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP18) nada apunta a que sus participantes llegarán a un nuevo acuerdo para reducir las emisiones de gases contaminantes que provocan el calentamiento global y propician los cambios climáticos. Christiana Figueres, directora del Secretariado del Clima de la ONU, asegura que, en el mejor de los casos, el convenio vigente –el Protocolo de Kioto, que fue firmado en 1997 y entró en vigor en 2005– será prorrogado.
El tono con que Figueres hace el anuncio revela que esa prórroga está lejos de ser el éxito que cabría esperar de cumbres internacionales como ésta. Nicole Wilke, quien lidera las negociaciones en nombre del Gobierno alemán, comenta que son los ministros del Ambiente quienes decidirán hasta cuando se prolonga el Protocolo de Kioto. ¿Hasta 2018... 2020 quizás? Eso está por verse. Tampoco está claro qué objetivos se trazarán los países participantes para reducir su producción de emisiones en el lapso a definir.
Christiana Figueres, directora del Secretariado del Clima de la ONU.
Técnicamente posible, políticamente incierto...
Los ministros del Ambiente llegarán a Doha el miércoles (5.12.2012), pero nadie está esperando de ellos propuesta ambiciosa alguna para alcanzar la meta establecida en la cumbre climática de Copenhague: limitar el calentamiento del planeta a 2 grados centígrados por encima de la temperatura global registrada antes de la revolución industrial para evitar catástrofes de gran alcance como el derretimiento de grandes masas de hielo, el aumento acelerado del nivel del mar y la desaparición de bosques lluviosos enteros.
Muchos científicos, incluyendo a los del programa ambiental de las Naciones Unidas (UNEP), creen que es posible limitar el calentamiento global a 2 grados centígrados si se implementan medidas de gran escala para el ahorro energético, para la producción de energías renovables y para la eliminación de dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera. Niklas Höhne, de la empresa asesora Ecofys, subraya la importancia de esta última estrategia, pero confiesa que la tecnología necesaria para la eliminación de CO2 sigue en fase de experimentación.
En otras palabras, frenar el calentamiento global es posible, técnicamente hablando. Es el factor político lo que crea incertidumbre. “Cuando los emisarios de cada país negocian, ellos saben muy bien lo que es necesario hacer desde una perspectiva global. Pero lo que se debe hacer a escala global es muy diferente de lo que se puede hacer a escala nacional. Los países hacen tanto como les permiten sus respectivas sociedades civiles”, explica Figueres. A sus ojos, sólo los electores pueden obligar a los Gobiernos a reducir drásticamente las emisiones de gases contaminantes.
De eso parecen estar conscientes las decenas de personas que marcharon en Doha para protestar por la falta de acuerdos concretos para poner coto a los cambios climáticos propiciados por las actividades productivas de los seres humanos.
Autores: Andrea Rönsberg / Evan Romero-Castillo
Editora: Claudia Herrera Pahl