Tras horas interminables de espera, largas reuniones con las delegaciones de los gobiernos y amenas charlas con compañeros de otras organizaciones, por fín el pasado sábado 12 de diciembre a las 17:30 anunciaban en las pantallas del centro de conferencias que se reunían en plenario todos los países para presentar el nuevo texto del Acuerdo de París.
A la hora en punto, las salas se encontraban llenas de todos los participantes, periodistas de muchas partes del mundo se agrupaban en la puerta para grabar el momento en el que entraban los representantes de los países, la presidencia francesa entra en la sala y entonces... Nada pasa.
Minutos de silencio, que se convirtieron en más de una hora, la gente se retorcía inquieta en sus asientos, los rumores empezaron a correr por los pasillos: parece que este país no está de acuerdo con esta frase, parece que este otro no quiere adoptar el tratado y el de más allá quiere cambiar aquel artículo...
Sobre las 19:00 los presidentes de la COP, lingüistas, cargos de Naciones Unidas y los representantes de los países, toman sus asientos y comienza el plenario. Estoy segura de que más de uno pensamos: que nadie respire en la sala, que nadie se mueva, para que empiece esto ya y todo siga su curso.
En un discurso rápido y directo, antes de las 19:30, el presidente de la COP21, Laurent Fabius, adoptaba el texto del Acuerdo de París a golpe de martillo. Ese fue el momento, en el que tras coger aliento de nuevo, la mayoría de la gente se levantó de sus sillas y rompió en ruidosos aplausos. Teníamos un nuevo acuerdo internacional para luchar frente al cambio climático.
El resultado del Acuerdo de París es un texto con un lenguaje débil, al que le falta concreción en cuanto a números y fechas donde se especifique cómo y cuándo vamos a llegar a los compromisos asumidos.
En general es un acuerdo de intenciones sin mecanismos que regulen o penalicen por incumplimiento, pero que incluye puntos importantes y nos da el marco de actuación para una lucha global para frenar el cambio climático, dando un mensaje clave hacia el fin de la era de los combustibles fósiles.
Así en el acuerdo se incluyen dos puntos muy importantes:
- El primero es el compromiso para mantener el aumento de la temperatura media mundial “muy por debajo de 2ºC con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 ºC con respecto a los niveles preindustriales”
- El segundo es que los 195 países más la UE se proponen lograr reducir rápidamente las emisiones de gases de efecto invernadero, de conformidad con la mejor información científica disponible, para “alcanzar un balance neto de las emisiones de gases de efecto invernadero que sea cero en la segunda segunda mitad del siglo”
Ambos puntos son muy importantes, porque marcan objetivos a largo plazo alineados con las recomendaciones científicas y que para conseguirlos las emisiones de CO2 procedentes de la quema de los combustible fósiles tienen que ser nulas en 2050 como tarde.
Además, el Acuerdo establece que los países deben mejorar sus compromisos de reducción de emisiones cada 5 años a partir de 2020. Sin duda muy tarde y muy débil, teniendo en cuenta que estos compromisos no son obligatorios ni con mecanismos de penalización y que los compromisos de reducción actualmente presentados por los países nos llevan a casi 3ºC de aumento de temperatura.
De modo que con esto entramos en el ámbito del compromiso, la responsabilidad, la moralidad y las políticas nacionales de cada país tanto con el Acuerdo, como con sus habitantes, como con los países más vulnerables que ya sufren en primera línea los impactos del cambio climático.
Hemos oído a cientos de países, entre ellos a la UE en su conjunto, cómo en sus intervenciones públicas destacaban que hace falta mucha más ambición, por eso exigimos que se lleven esas palabras que no han conseguido quedar reflejadas en el texto y aumenten los compromisos de reducción de emisiones antes y después del 2020.
A menos de una semana de las elecciones generales que darán a España un nuevo gobierno durante los próximos 4 años, la actuación climática tiene que estar en el orden del día de las agendas de todos los políticos y con el acuerdo de París recién cocinado en mano, queremos ver una hoja de ruta con fechas y objetivos específicos desde que comience su legislatura que garanticen alcanzar la meta de un futuro 100% renovable libre de carbón, petróleo y gas para el año 2050.
A la hora en punto, las salas se encontraban llenas de todos los participantes, periodistas de muchas partes del mundo se agrupaban en la puerta para grabar el momento en el que entraban los representantes de los países, la presidencia francesa entra en la sala y entonces... Nada pasa.
Minutos de silencio, que se convirtieron en más de una hora, la gente se retorcía inquieta en sus asientos, los rumores empezaron a correr por los pasillos: parece que este país no está de acuerdo con esta frase, parece que este otro no quiere adoptar el tratado y el de más allá quiere cambiar aquel artículo...
Sobre las 19:00 los presidentes de la COP, lingüistas, cargos de Naciones Unidas y los representantes de los países, toman sus asientos y comienza el plenario. Estoy segura de que más de uno pensamos: que nadie respire en la sala, que nadie se mueva, para que empiece esto ya y todo siga su curso.
En un discurso rápido y directo, antes de las 19:30, el presidente de la COP21, Laurent Fabius, adoptaba el texto del Acuerdo de París a golpe de martillo. Ese fue el momento, en el que tras coger aliento de nuevo, la mayoría de la gente se levantó de sus sillas y rompió en ruidosos aplausos. Teníamos un nuevo acuerdo internacional para luchar frente al cambio climático.
El resultado del Acuerdo de París es un texto con un lenguaje débil, al que le falta concreción en cuanto a números y fechas donde se especifique cómo y cuándo vamos a llegar a los compromisos asumidos.
En general es un acuerdo de intenciones sin mecanismos que regulen o penalicen por incumplimiento, pero que incluye puntos importantes y nos da el marco de actuación para una lucha global para frenar el cambio climático, dando un mensaje clave hacia el fin de la era de los combustibles fósiles.
Así en el acuerdo se incluyen dos puntos muy importantes:
- El primero es el compromiso para mantener el aumento de la temperatura media mundial “muy por debajo de 2ºC con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 ºC con respecto a los niveles preindustriales”
- El segundo es que los 195 países más la UE se proponen lograr reducir rápidamente las emisiones de gases de efecto invernadero, de conformidad con la mejor información científica disponible, para “alcanzar un balance neto de las emisiones de gases de efecto invernadero que sea cero en la segunda segunda mitad del siglo”
Ambos puntos son muy importantes, porque marcan objetivos a largo plazo alineados con las recomendaciones científicas y que para conseguirlos las emisiones de CO2 procedentes de la quema de los combustible fósiles tienen que ser nulas en 2050 como tarde.
Además, el Acuerdo establece que los países deben mejorar sus compromisos de reducción de emisiones cada 5 años a partir de 2020. Sin duda muy tarde y muy débil, teniendo en cuenta que estos compromisos no son obligatorios ni con mecanismos de penalización y que los compromisos de reducción actualmente presentados por los países nos llevan a casi 3ºC de aumento de temperatura.
De modo que con esto entramos en el ámbito del compromiso, la responsabilidad, la moralidad y las políticas nacionales de cada país tanto con el Acuerdo, como con sus habitantes, como con los países más vulnerables que ya sufren en primera línea los impactos del cambio climático.
Hemos oído a cientos de países, entre ellos a la UE en su conjunto, cómo en sus intervenciones públicas destacaban que hace falta mucha más ambición, por eso exigimos que se lleven esas palabras que no han conseguido quedar reflejadas en el texto y aumenten los compromisos de reducción de emisiones antes y después del 2020.
A menos de una semana de las elecciones generales que darán a España un nuevo gobierno durante los próximos 4 años, la actuación climática tiene que estar en el orden del día de las agendas de todos los políticos y con el acuerdo de París recién cocinado en mano, queremos ver una hoja de ruta con fechas y objetivos específicos desde que comience su legislatura que garanticen alcanzar la meta de un futuro 100% renovable libre de carbón, petróleo y gas para el año 2050.