A falta de menos de 48 horas para el final de la Cumbre del Clima de Cancún, la situación es confusa. El pesimismo previo a la Cumbre se fue confirmando al inicio de la misma, y la bomba de Japón (su amago de desmarque de Kyoto) puso al descubierto el peligro de que no ya Cancún, sino todo el entramado de las negociaciones climáticas, las COP y la misma Convención Marco se fuesen en agua de borrajas (ver resumen de la primera semana).
Después llegaron señales esperanzadoras de que algo se podía conseguir, al menos conservando los mínimos avances políticos de Copenhague y tranformándolos en un instrumento jurídico bajo el paraguas de la ONU, que lo haría vinculante para todos lo estados (el “acuerdo de Copenhague” donde se recogen los avances políticos mencionados no lo es). Pero en estos momento, comienzo de la penúltima jornada (jueves por la mañana, hora mexicana), todo vuelve a estar en cuestión, no tanto por la espantada de Bolivia del miércoles por la noche sino porque se confirma que EEUU ha venido a Cancún con las manos vacías.
En estos momentos, en cuanto a mitigación (reducción de emisión gases de efecto invernadero para minimizar el cambio climático) las esperanzas se centran en conseguir ese documento jurídico vinculante de mínimos que podría ser acabado y mejorado en la próxima Cumbre del Clima (la COP 17 de Durban, Sudáfrica).
Pero hay otra batalla, la de la adaptación (medidas que palíen los efectos del cambio climático, que ya se están produciendo). Esta batalla se traduce básicamente en transferencia de dinero y de recursos tecnológicos hacia los países desarrollados, que son los que más van a sufrir las consecuencias (ver información sobre la interesante charla Adaptación: ¿qué quiere decir en términos económicos? Recomendaciones internacionales).
El único compromiso cuantificado del mencionado “acuerdo” político de Copenhague está recogido en su punto octavo, y consiste en "Proporcionar [a los países en desarrollo, para adaptación y mitigación, unos] 30.000 millones de dólares para el período 2010-2012" y, como meta a alcanzar de forma progresiva, "100.000 millones de dólares al año en 2020". Este dinero se gestionaría mediante el “Fondo Verde del Clima de Copenhague” (punto décimo del acuerdo) y “se constituirá como una entidad operativa del mecanismo financiero de la Convención para apoyar proyectos, programas, políticas y otras actividades en los países en desarrollo relacionadas con la mitigación, como son el REDD-Plus, etc.” Lo que no se decía es de dónde saldrá el dinero ni quien lo gestionará, y ahí está el meollo y la discusión de fondo que está pasando relativamente desapercibida frente a la gran pelea de la reducción de emisiones.
Porque los tiburones de siempre han olido el dinero, y para ellos desde luego que no ha pasado desapercibido el tema. Ya hay una propuesta norteamericana de que el Fondo Verde se quede fuera de la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático y pase a ser gestionado por el Banco Mundial, a la que se han opuesto países en desarrollo y organizaciones civiles de los desarrolados. La UE, mientras tanto y como siempre, sin mojarse mucho ni en un sentido ni en otro, aboga por un término medio donde ambas instituciones jugarían papeles relevantes.
Pero los tiburones van a lo suyo. Negar el origen humano de al menos gran parte del cambio climático, además de absurdo, ya no es presentable ni rentable. "Bueno, lo de que no había cambio climático no lo decíamos tan en serio... pero tampoco va ser de hoy para mañana, ¿no? La mitigación no es viable, lo que hay que hacer es adaptarse poco a poco, y para eso hacen falta recursos". Este es el discurso de los nuevos negacionistas light. Si, los 100.000 millones/año es mucho dinero (podría ser más), y quieren "gestionarlo" ellos. Ferran P. Villlar lo explica perfectamente en su blog, en este post y en otros, todos recomendables.
"De modo que quienes ahora, sin cuestionar el cambio climático ni su origen antropogénico, defienden que el cambio es gradual y no exponencial, que es lento y no rápido, que es posible detenerlo o incluso revertirlo, que sus efectos ingobernables tardarán mucho en producirse o no se producirán o que, incluso, las energías alternativas y otros ingenios tecnológicos lo mitigarán o evitarán a tiempo, quienes defienden todo esto o alguna de estas afirmaciones se están situando, sin saberlo, probablemente de buena fe, en una posición que no tardará en calificarse, a su vez, de negacionista. Numerosas líneas de evidencia están confluyendo ya hacia estos pronósticos. De modo que, de confirmarse – ¿en el próximo informe del IPCC de 2014? – y mantenerse ellos en sus posiciones actuales, resultarían superados por la realidad y pasarían a engrosar las filas de un neo-negacionismo. Un nuevo negacionismo climático que podríamos denominar conservador o, quizás mejor, posibilista."¿Que quienes son esos tiburones? Dirigentes de grandes empresas (está muy bien explicado por Público en Combatir el calentamiento es negocio), muchas de ellas responsables del cambio climático que, después de negarlo, ahora quieren hacer negocio a su costa (si, igual que en la crisis financiera), como la firma de capital riesgo en petróleo y gas NGP Energy Capital Management. Que financia al Global Adaptation Institute, dedicado a "invertir en sectores relacionados con la necesidad del mundo a adaptarse a un planeta cambiante" (para ganar "cubos y cubos de dinero a quien sepa hacer negocio con la escasez de agua debida al cambio climático", según palabras de uno de los "responsables" de esta entidad). Entidad de cuyo Consejo Asesor es presidente un tal José María Aznar. ¿Decían que José Mari se había vuelto verde? ha-ha.
En definitiva, quedan menos de 48 horas para:
- Conseguir un acuerdo, si no ambicioso (porque seguimos sin líderes), al menos justo y vinculante para una reducción de emisiones que mitigue el cambio climático
- Mantener los dientes de los tiburones fuera de cualquier fondo para el clima, y asegurar una gestión con criterios de justicia y de utilidad para la humanidad
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